Paz Paz para que las nubladas congojas de la tierra no se entremezclen en las sienes en los laberintos de las sendas tortuosas del odio y la agonía. Para que la devastación no fluya del monstruo genocida y su gesto cobarde no baile su escabrosa danza en los espacios lúcidos y sutiles de la noche. Para que el titán hiriente decline su alarido y no despliegue su encono ni arroje con rencor su ciega embriaguez. Para que el impúdico dolor no provoque los llantos de las fuentes y no se sequen los pétalos cristalinos de las flores. Para que no se convierta la luna en reluciente calavera ni el sol despliegue una turbia sombra en los diáfanos paisajes. Para que los huertos floridos de las rosas no se marchiten con las ráfagas infames del dolor. Para que el corazón convulso y mudo con estupor maldiga la incoherencia de la fértil primavera y el manso viento no convierta en opaca ceniza al oxigeno vital. Paz para que el crepúsculo empañado de alevosa locura no deshaga la cordura y el raudo rostro del mundo no naufrague en etéreas sombras. Para que la vida no se vuelva corrosiva madeja de hilos torcidos ni se enturbie y se vuelva ajada y carcomida la esperanza. Para que el frescor de la hierba no perciba el olor del intrépido verdugo. Paz gaviota blanca que anida en los mares insegura y agónica paloma a la deriva. (2001)